martes, 17 de abril de 2012

Carta Zombie: EUROPA, 1870. (Por Virginia Mota)


“Se está sujetando la cabeza para evitar que caiga por la escalera”- me dije.

Sin duda nunca pensé que el apelativo hostil del ejército norteño de 1871 significase aquello que había estado viendo durante los últimos días. La cosa se había torcido… y mucho. Desde aquella habitación en la que me escondía y entre la que me esperaban, mi General, el fiel admirador de Shelley y apasionado seguidor de Poe, había dejado de serlo para formar parte del común vidrioso que me atosigaba desde fuera con ademanes de basta instrucción y aspavientos exagerados que no lograba entender. El hombre había perdido por azar el talante soldadesco que solía vestir para encontrar otro combativo y pendenciero, tan civil y tan banal que sólo atendía a impulsos carnales, ofensivos a todas luces a cualquier buen Pot-au-feu. Ese general que tan sólo unos meses atrás había comandado a todo un ejército históricamente modélico por el Viejo Continente, hacía ahora chirriar sus dientes contra la ventana mientras me pretendía, obviando entre todo el alboroto el brillo de los ojos que normalmente confirma la vida de uno. ¿Pero cómo pudo suceder? ¿Cómo la guerra que comenzamos meses atrás y que finalizamos algunos antes había derivado en esa parodia absurda rellena de zombis, en la que ambos bandos luchaban en manada contra todo sentido o entendimiento? No lo sé: a esas alturas a mí ya me sobraba realidad y para colmo mi habitación empezaba a oler a descaro. Así que en la redundancia de mi tiempo empecé a sentir que mi fortaleza, encumbrada en mi supervivencia a la de Barbo, no paraba de sangrar, y sobre el adarve más soleado, por réprobo convencido, condecoré a mi General como el Más Muerto de Todos.

Volví de nuevo a resentirme, a repensarme y a redescubrirme, y por gustar de la soledad decidí perderme entre el gentío, por eso me dormí bajo la mesa mientras anochecía.”


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