La soledad ardía en su interior como un tizón con chispeantes retazos de luz. El paladar como cada día era pesado, pastoso, agrio y molesto.
No recordaba ya su rostro, los momentos felices que pasaron juntos.
Solo la veía en su mente, preciosa como nunca pero ahora acompañada de hombres sedientos de su dulce hiel. El cigarrillo se impregnó de su aliento de resaca, sangre y bilis. El humo del tabaco gaseó su habitación sin ventanas. En esa pensión solo se oían ruidos de perros y lenguas extrañas siempre discutiendo. Desde que se separó, el único contacto humano que había tenido era el roce de los dedos con las cajeras del supermercado al devolverle el cambio. Salió a la calle despeinado con la misma ropa con la que había dormido y unos zapatos roídos ya sin suela. Creyó ver nevar en Mayo pero no era más que restos de poliespan desprendidos de la obra del callejón de enfrente. No temía caer en el alcohol o en las drogas, si no, caer en la desidia del incesante bucle de la rutina del mendigo.
La quería de verdad pero se confundió al poner por delante sus propios sueños de adolescente, al querer comerse el mundo sin haberse terminado los entrantes de la realidad. Ella solo quería tranquilidad, estabilidad y un marido que estuviera con ella, en ese pueblo alejado de la mano de dios y del diablo; realmente no pedía gran cosa. Pero todo pasó, sus vidas se separaron. No había noche que no se levantara con un nudo enorme en la garganta y con unas ganas insufribles de llorar, al darse cuenta que la quería con todos sus huesos y su sangre y que su traslado a esa ciudad gris no era más que un exilio al averno; y lo que mas le atormentaba era saber que ella alguna vez quizás de pasada le había querido, pero el destino se empeñó en separarlos. Fueron felices en cada segundo que compartieron.
Entró en el bar donde acostumbraba a tomar su única ingestión caliente en forma de café con leche. Cogió el periódico, que raro, en portada otra mujer muerta por malos tratos, que español. El sonrió al recordar como a modo de juego se revolcaban en la cama y ella siempre sobre él, le daba una retahíla de guantazos débiles que provocaban en él una risa imparable y contagiosa. Raro recuerdo al ver ese siniestro titular. Le hizo acercase al papel leer el lugar del crimen, era su pueblo. Un escalofrió recorrió su cuerpo al ver el nombre y apellido de ella y ver como sacaban de ese conocido portal, una camilla con esa bolsa escandalosa de papel metálico. Siguió leyendo y no había duda, era ella.
Una marea de sentimientos embargó su cabeza, pena, ira, desaliento, odio. No se movió se transformó en un fantasma en mitad de la marea matutina de oficinistas de mal aliento untando croissants. Se quedó mirando su reflejo en el sucio metal de la cafetera, el sueño de ella era una vida marital corriente y desgraciadamente la tuvo.
Una marea de sentimientos embargó su cabeza, pena, ira, desaliento, odio. No se movió se transformó en un fantasma en mitad de la marea matutina de oficinistas de mal aliento untando croissants. Se quedó mirando su reflejo en el sucio metal de la cafetera, el sueño de ella era una vida marital corriente y desgraciadamente la tuvo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario