Hoy la he vuelto a ver, ella no se ha dado cuenta, yo estaba
devorando medio perro frío en la esquina y ella estaba probándose ropa,
atrincherada en unos grandes almacenes. La diferencia de que yo sea un zombie y
ella una chica humana no me importa, podría acostumbrarme.
Ella estaba probándose la ropa de unos maniquís en una
conocida franquicia mundial creada por un hombre gallego, que por cierto, según
me contaron los que acabaron con él, su masa encefálica no era nada jugosa:
falta de originalidad y muy insípida.
Tras haberse probado todo lo que pudo y sin pasar por caja,
subió a la azotea de la tienda con su escopeta de caza. Su forma de asomarse y
mirar por la mirilla telescópica es casi poética, ojala me vea. No tuve esa
suerte, un cabrón gordo vestido de uniforme de policía y sin mandíbula inferior
fue el afortunado y recibió un balazo suyo. Maldito hijo de perra suertudo. La
sangre me salpico y me llenó de celos, sólo por joder me comí sus retinas, soy
así.
Le escribí una nota de amor pero desconozco si llegó a sus
manos, los restos de sangre y mucosidad varia entorpecen su lectura, además el
hecho de haberla escrito sobre la espalada de uno de sus mejores amigos me
hacen dudar de que la haya leído. Decía algo así:
-Hola soy el chico de uniforme de cajero de supermercado que
ronda por el aparcamiento. No sé si me conoces, yo a ti sí. Sé que te gusta la
ropa y comida enlatada. En eso no nos parecemos, yo prefiero la comida fresca.
He de confesarte que estoy enamorado de ti, mi medio corazón convulsiona más
fuertemente cuando te ve. Quiero quedar contigo, podemos ser muy felices, no sé
si querrás salir, aunque sé, por la falta de agua, que dentro de poco tendrás
que hacerlo y estaré en la puerta para conocerte. No te asustes, por mi aspecto
o por si intento darte placer oral en forma de dentelladas, es mi forma de ser,
siempre he sido algo impulsivo en la primera cita.